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El artículo original de El Siglo de Europa haciendo click AQUÍ

César Molinas, coautor de La crisis existencial de Europa

“Crisis catalana y Brexit son fenómenos 
del malestar social”

 

Los economistas César Molinas y Fernando Ramírez acaban de publicar La crisis existencial de Europa. En el libro analizan cómo la última crisis financiera sumió a sus ciudadanos en un pesimismo profundo que alentó los populismos y plantean qué debería hacer la Unión para continuar creciendo. Molinas es doctor en Económicas por la Universidad de Barcelona. Fue el responsable de gestionar los fondos europeos que recibía España durante su etapa como director general de Planificación del Ministerio de Economía y Hacienda. También ejerció como director de Análisis Económico de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).

“La consecuencia positiva del Brexit es que abandona la Unión un socio que ha sido un freno para una mayor integración en defensa, en inteligencia”

“Estamos más cerca de la unión política de lo que pensamos. Sólo nos falta avanzar en la democratización de las instituciones comunitarias, y también hemos empezado”

Usted afirma en su libro que la crisis existencial que atraviesa Europa es consecuencia de la ruptura del pacto social del siglo XX. ¿Qué factores han contribuido a esa ruptura? 

El pacto social del siglo XX tiene dos patas: el Estado del Bienestar y el pleno empleo. El primero está amenazado, principalmente, por la demografía. Queremos trabajar de los 25 a los 65 años y, con el ahorro que se genera en esa etapa, financiar la jubilación, pero la esperanza de vida está creciendo a ritmo de tres horas diarias. Con el ahorro que antes daba para que la población de 65 años tuviera pensiones generosas, ahora no. O ahorras más o recortas. 
El otro es el problema del empleo. No sabemos qué va a pasar. El empleo lleva como forma predominante de trabajo unos 200 años nada más. El concepto que tenemos ahora (de una obligación regular con un salario fijo, unas vacaciones…) no existía. Nació con el capitalismo industrial y éste ha perdido peso dentro del sistema. No podemos saber qué va a ocurrir. El empleo es la vía que tiene la inmensa mayoría de la población para participar en el pastel que se produce cada año. El capitalista participa con su capital y el trabajador con su empleo. Se produce y se reparte. Si el empleo va reduciéndose, como inevitablemente hará, no se sabe cuál será la forma de trabajo predominante.

¿Es el independentismo catalán un síntoma de esa crisis existencial? 
Claramente. El independentismo catalán es un fenómeno de la democracia. Hay independentistas que lo remontan a 1714 y antes, pero eso no es así. Cuando Companys sale al balcón de la Generalitat en 1934 proclama el Estado catalán dentro de la república federal española. No era un independentista. La crisis catalana, el Brexit, el referéndum de Escocia, Trump… Son todo fenómenos de una misma causa de fondo que es el malestar social y esa convicción, que yo creo que acabará siendo falsa, de que nuestros hijos vivirán peor que nosotros.

Usted afirma en su libro que para salvar Europa hay que reforzar el sentimiento de pertenencia europeo. ¿Cómo cree que se debería reforzar? 
Esa es la pregunta del millón. El agua que bebemos, las bombillas que podemos comprar… todo sigue una normativa europea. Vivimos inmersos. Es una realidad cotidiana que nos pasa desapercibida. El reto político es hacer de esa realidad algo que nos haga ver que tenemos muchas cosas en común. Finlandia, España, Alemania por sí solos no tienen peso en el mundo. Si quieres jugar como gran potencia con China o con Estados Unidos necesitas más unión. Por ello vamos a discutir en qué cedemos soberanía y en qué no (que hemos cedido mucha ya) y hacerlo explícito. Hay que impulsar la cesión de soberanía y avanzar en su legitimidad democrática. 
Hay políticas que se realizan mejor cediendo soberanía que individualmente, por ejemplo, la inmigración.

Cuando se refiere en su libro al proceso de creación de la UE, deja entrever el carácter individualista del Reino Unido y su reticencia a integrarse más en Europa. ¿Fue el Brexit un golpe inesperado? 
Si. Pero para Cameron también. Fue tan inesperado como la radicalización del soberanismo catalán. Hace tres años ni me imaginaba que podrían pasar estas cosas. Este es el segundo Brexit del Reino Unido. El primero lo hizo Enrique VIII cuando el Papa no le dejaba divorciarse. El matrimonio de un monarca era una cuestión de Estado, de soberanía, y el soberano era el rey. Por eso abandonó la Iglesia y creó la suya. El segundo Brexit también es por un tema de soberanía.

¿Y qué consecuencias tendrá el Brexit en Europa? 
Sobre Europa, pocas. Las negativas es que perdemos un socio comercial importante. Algo que se puede y debe arreglar. Las positivas es que abandona la Unión un socio que ha sido un freno para mayor integración en defensa, en inteligencia… Estos procesos de integración se verán facilitados por el Brexit.

Asegura en su libro que la rápida globalización reduce la desigualdad en países en vías de desarrollo y la agrava en los desarrollados ¿Qué cree que deben hacer los países miembros para combatir la desigualdad y el desempleo? 
Hay alguna generación perdida. Lo que se debe hacer es proteger y educar, por este orden. Hay que extender las redes de protección social. Aquí en España la deuda pública subió de cerca de un 40% del PIB en la época de Zapatero al 100% de ahora como resultado de la extensión de esa protección social. No nos hemos gastado dinero en nada más. Lo pudimos hacer porque teníamos el 40% de la deuda. En España, el crecimiento de la desigualdad en renta bruta (antes de impuestos y antes de recibir subvenciones) es brutal y si lo miras en renta neta es mucho más pequeño. En Italia esto no ha pasado porque en 2008 tenían el 100% de deuda.

En su libro señala que el euro no prosperará si Europa no avanza hacia una unidad política. ¿Estamos avanzando hacia esa unidad? 
Una unidad política quiere decir que haya un sistema de transferencias. Lo que ahora figuran como préstamos (como por ejemplo el que le hizo la UE a Grecia), en una unión política habrían sido transferencias sin la obligación de devolver el dinero. Eso es una unión política, que puede adoptar muchas formas, pero yo creo que Europa no adoptará ninguna de las conocidas. No será ni una república federal ni confederal, será otra cosa. 
No queremos ver la realidad de lo que estamos haciendo. Los griegos nunca van a pagar la deuda. Ese préstamo ya es una transferencia, a pesar de que esté prohibido por la UE. En el estatuto del Banco Central Europeo (BCE) se prohíbe comprar deuda de los gobiernos. Y lo está haciendo. Lo de Grecia son transferencias y lo del BCE comprando bonos del gobierno, que está prohibido, también se está realizando. Estamos más cerca de la unión política de lo que pensamos. Sólo nos falta avanzar en la democratización de las instituciones comunitarias, y también hemos empezado.

Afirma que España ha recibido de la UE el equivalente a dos planes Marshall y se lo ha gastado en red de transporte terrestre y aeropuertos a diferencia de países como Irlanda, que lo invirtió, principalmente, en educación. ¿Hemos malgastado el dinero de la UE? 
Sí y no. España tenía unas necesidades de transporte muy grandes. Cuando yo me hice cargo de la gestión de los fondos europeos todavía había un tramo de carretera entre Madrid y Barcelona que no era ni autovía ni autopista. El retraso en obra pública era tremebundo. El problema es que nos hemos excedido. Una cosa es tener un buen tren y otra es tener el mejor del mundo. Eso nos ha despistado mucho. Hay que entender también que el sistema político español depende de la financiación que se obtiene de manera opaca a través de la contratación pública. Y ahí hay un lobby de constructoras proveedoras de servicios medioambientales con todos los niveles de la Administración que forma un círculo en donde se empujan excesos como éstos. ¿Por qué se puso la anterior presidenta de la Comunidad de Madrid a hacer hospitales por todas partes? Algunos de los cuales no se han podido ni abrir. Esta es una razón, no la única, por la que España se pasó en la infraestructura del transporte. Otra es que la estructura territorial de la administración española tiene un sistema de agravios comparativos en donde la persona de Sanabria, por ejemplo, no entiende por qué no tiene AVE si el de Sevilla lo tiene. Esto funciona como una maquinaria de presión tremenda sobre el gobierno central.

En el libro dice: “Lo primero que debe hacerse es reconsiderar la obligatoriedad de la adopción del euro para aquellos países que la tienen e, incluso plantearse si hay países en la Eurozona que no deberían estar”. ¿Cree que hay países que son un lastre para la UE?

Para la Eurozona, claramente. Grecia, sin ir más lejos. Nunca tendría que haber entrado en el euro. Entró en la UE por una manía alemana que consiste en no permitir a Rusia una salida al mar por aguas templadas. ¿Qué hace Chipre en la UE? Es un portaaviones al lado de Europa. Por eso están. Malta, lo mismo. Grecia, de hecho, tiene una cultura ortodoxa. En el Imperio Romano, la única provincia que no se romanizó fue Grecia, ellos helenizaron a Roma. Es una cultura muy fuerte que no necesariamente encajan con los principios del norte de Europa.

Entrevista / Javier de Benito

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